Hace años que nos vienen diciendo que la resiliencia es una de las mejores características de las que podemos hacer gala para superar cualquier obstáculo ¿Y si te dijera que no es así?
Tengo que confesar que hasta me rechina el término, acuñado del inglés «resilience» que se traduce como adaptabilidad y fortaleza.
Quiero dejar algo claro: me parece muy importante ser fuerte y adaptable, pero ¿Qué pasa cuando se confunden los límites y terminamos acostumbrados a lo que nos hace sufrir?
Yo lo llamo: dolor crónico emocional y es que, al igual que en las enfermedades físicas, las dolencias emocionales también se pueden volver crónicas, sin embargo, todos sabemos que es más factible curar una dolencia cuando está en fase aguda que cuando se ha hecho crónica y el medio interno y externo se han acostumbrado a ella. El medio interno sería tu cuerpo que se ha adaptado y el medio externo, tu ambiente social, tu exterior.
Así como hay personas que están con depresión hace décadas, también hay personas que están desconformes de su vida hace mucho tiempo y no hacen nada por cambiarlo, igual que la persona deprimida, se han adaptado e incluso funcionan socialmente, pero por dentro se sienten sin vida, sin ánimo de nada. Es ese momento de soledad que todos tenemos que, tarde o temprano, nos enseña realmente como estamos.
Podemos llegar a pasar una vida entera con una pareja a quien no queremos, o con un trabajo que no nos llena. Podemos estudiar carreras o aprender oficios que no nos satisfacen, como también hacer actividades de ocio que no nos gustan, que las hacemos porque las hacen los demás o por un sentimiento de obligación, y así podría continuar listando ejemplos.
La resiliencia evita que nos tiremos de una ventana, y eso está bien, pero hay que saber cuándo salir de esa situación.
No pretendo decirte cómo distinguir este momento, porque tú lo sabes. Hay una voz en tu interior que te lo dice, tal vez, después de vacaciones, tal vez, al levantarte por la mañana, mientras te duchas, los domingos por la tarde o cuando toca volver a casa después de una jornada (de trabajo o de ocio).
Pero te doy una pista, si estás leyendo esto, puede que seas una persona muy resiliente pero harta de serlo.
El miedo al cambio hace que nos quedemos como estamos y que desarrollemos una mayor tolerancia al dolor. Pero el dolor es un gran mensajero, no deberíamos ignorarlo ni aprender a soportarlo, hay que descifrar el mensaje e ir por dónde nos marca.
Recuerdo una frase que dice: «estoy mal, pero acostumbrado», en Argentina durante mucho tiempo y con gran éxito se estrenó año tras año una obra de teatro titulada: «No soy feliz, pero tengo marido» ¿Te resuenan estas frases?
Para que te des una idea, esto es inconsciente colectivo, la obra de teatro era de risa, y la frase «estoy mal, pero acostumbrado», se dice en broma, pero ya vez la carga de verdad que encierran.
Lo cierto es que no tienes que romper con todo para mejorar tu vida, o si, tú eliges, pero sí o sí hay que hacer cambios para dirigirnos a nuestra satisfacción y alegría de vivir, es decir a la felicidad.
Para mí la felicidad se compone de varias características: ser auténtica, ser honesta conmigo y con los demás, estar alegre, calmada, tener tiempo para mí, tener relaciones sociales, cuidar mi cuerpo y mi energía, respetarme, confiar en mí y en la vida.
En el pasado, mi percepción de la felicidad era más bien como una zanahoria atada a un palo, pero ahora ya tengo claro que SÍ que se puede alcanzar.
Te invito a que reflexiones sobre esto, ¿Qué es para ti la felicidad?
Una vez tengas claro de que se compone para ti la felicidad, podrás dar los pasos necesarios para alcanzarla.
Entonces, esto de ser resiliente, está muy bien, pero no nos lleva a la felicidad y, además, esconde una trampa, la trampa de la apatía y el aburrimiento vital.
¿Entonces, que se puede hacer?
Revisar todos los aspectos de nuestra vida.
1- Revisemos el área laboral, ¿Estas feliz en tu trabajo? ¿Qué cambiarías? ¿Cómo estarías si pudieras cambiar aquello que no resuena contigo?
2- Haz lo mismo para tus relaciones personales, utiliza las mismas preguntas, solo que reemplaza «en tu trabajo» por «con X persona o personas» y lo haces con cada uno de los integrantes de tu grupo social.
3- Miremos tus hobbies, utiliza las mismas preguntas y agrega éstas: ¿Los haces porque te gustan? ¿Tienes tiempo para realizar a aquello que adoras?
Anímate a empezar cambios por pequeños que sean, como dice Joe Dispenza: «para cambiar tu realidad, debes cambiar tu personalidad», o como decía Einstein, «no vas a cambiar tu futuro haciendo lo mismo cada día». Como puedes ver, mucho se ha hablado del tema, pero hay que pasar a la acción.
¿Sabías que tenemos unos 90 mil pensamientos diarios y el 90% son repetidos? ¡Vaya! cuando yo descubrí esto me puse a observar mis pensamientos y efectivamente, así es (no los conté, me refiero a lo de que son repetidos). Si tenemos pensamientos repetitivos, ¿Cómo crees que serán tus emociones? ¿Y tus acciones? En mi programa «Soberanía Consciente» trabajamos esto en profundidad. Échale un vistazo aquí.
Otra recomendación, escribe A MANO todas estas reflexiones, luego léelo pasados 2 días y lo verás con otros ojos, con más perspectiva y más reflexión.
Apunta lo que puedes empezar a cambiar, recuerda, cambios pequeños al principio, y si alguien te dice: «estás rara/o» o «a ti que bicho te pico» ¡ Es que vas por buen camino!
Ya habrás escuchado muchas veces que somos seres espirituales teniendo una experiencia humana, entonces, desde mi punto de vista, todo esto es una especie de juego de niños espirituales. Ahora juego a ser camarera, ahora a ser soltera, ahora casada, ahora a ser directiva de una gran empresa, ahora juego a ser actriz, y así con todos los aspectos de la vida. A mí me quita mucho peso y me ayuda a ser más auténtica y adaptable. ¡Pruébalo! velo todo como un juego en el que eliges tu rol.
¿Quién serás esta vez? 😉