¿Dejas que otros tomen las decisiones por ti? ¿Esperas que cambie el clima, el gobierno o las normas para tomar una decisión? Tomar decisiones de manera consciente es clave en la búsqueda de tu propósito. Si eres un buscador, sigue leyendo.
No tomar una decisión es la mayor de las decisiones y necesitamos utilizar esta gran capacidad que tenemos los seres humanos para alcanzar nuestro bienestar, cuando no lo hacemos, estamos deteniendo el fluir de nuestra vida.
Como ya sabes, me dedico a acompañar a personas a que encuentren su «gran para qué» su propósito en la vida y la toma de decisiones juega un papel fundamental en esta búsqueda.
Muchas veces, en determinadas situaciones que requieren de una decisión, nos detenemos y esperamos a que se solucione por si misma o a través de otra persona, para evitar conflictos o confrontaciones. Esto está bien hacerlo a veces, pero si es práctica común, no estás beneficiándote, sino que estás entregando tu poder al exterior y de esta manera, elegimos quedarnos al margen (de nuestra vida) ya que las decisiones acarrean cambios que nos dan miedo, y entonces decidimos no decidir.
A veces, este proceso es consciente, otras veces, no. Si estamos con una pareja o con algún amigo o amiga que tiene un carácter fuerte o, tal vez, esta persona es muy rápida para tomar decisiones, nosotros por comodidad, nos dejamos condicionar.
¿Te resuena algo de todo esto?
En general, esto pasa cuando no sabemos lo que queremos, otras veces, por costumbre al estar con determinadas personas, como ya mencioné antes. A veces, incluso esperamos que la decisión venga del exterior, por ejemplo: «si deja de llover, salgo con las chicas» o «si la economía se arregla, alquilo ese local para hacer yoga». De esta manera estamos poniendo en manos de algo externo y completamente fuera de nuestro control, esa decisión que, al fin y al cabo, es MI responsabilidad y mi derecho.
Cierto es, que nosotros no tenemos el control de lo que pasa afuera, de hecho, no tenemos el control de nada en la vida. El control es una ilusión, pero cuando ponemos nuestro poder de decisión en un factor externo, estamos regalándolo, quedando voluntariamente a merced de algo externo a mi.
Fíjate en el ejemplo de antes:
«Si para de llover, me encuentro con las chicas»
En este ejemplo, la decisión está asociada a un factor externo.
En cambio si:
«Voy a ver hoy a las chicas, llueva o no»
La única cosa que tendrás que decidir es, si has de coger el paraguas o no. Pero tú tienes el poder y el manejo de tu tiempo y de tus acciones. De esta manera, estás siendo más coherente contigo misma y por ende, más feliz.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es que tenemos derecho de volver a elegir. Sí, podemos volver a elegir reajustando nuestras decisiones a lo que más se ajusta a nosotros en ese momento. Nuestro estado emocional influye en la toma de decisiones, tal vez, algo que nos proponen el martes, para hacer el domingo, suena genial en ese momento, ya que nuestra energía está alta, estamos equilibrados y alegres, pero según se acerca el domingo, vamos notando que hubo un cambio y ya no nos llama tanto la atención hacer esa propuesta. En este momento, tenemos derecho a cambiar nuestra decisión.
Muchas veces tenemos miedo a ejercer este derecho, y esto forma parte de la desvalorización. Por miedo a que nos rechacen o, a que ya no cuenten con nosotros para hacer determinados planes, vamos a veces sin ganas y la verdad es que tampoco es justo para las otras personas que reciban esta versión desganada por nuestra parte.
Así que tomar decisiones y volver a tomarlas cuando es necesario, es un doble ejercicio, por un lado, tomarás las riendas de tu vida y por otro lado, estarás erradicando la desvalorización.
Quiero hacer una distinción: una cosa es decidir en firme y volver a decidir sobre lo mismo, y otra cosa es estar indeciso.
Cuando tomo una decisión y la cambio, es porque han cambiando parámetros medibles en mí o en el exterior, que hacen que tenga que volver a pronunciarme sobre el asunto. Pero si estamos todo el tiempo diciendo que si y luego que no, esto es muy diferente, ya que crea un efecto negativo en las personas que nos rodean y por ende en nosotros mismos.
Entonces, ¡Vamos a lo práctico y bajemos la teoría a tierra!
La clave es: empieza a tomar decisiones aunque no tengas idea de lo que quieres, o de lo que es mejor. Ya sabemos que no tenemos control sobre nada, tampoco sobre las repercusiones de nuestras decisiones. ¿Y si asumimos que todas serán buenas?
Una forma que saber lo que quieres es ensayarlo mentalmente:
En tu imaginación dices que SÍ, y estás en esa experiencia, ¿Cómo se siente en tu cuerpo? Si sientes una bonita sensación, expansiva, es que la respuesta SÍ sería la respuesta ideal en este momento.
Si por el contrario sientes una contracción en el cuerpo, un abatimiento, el cuerpo cae, se encorva, la respuesta es NO para este momento.
Esta es una práctica para que tomes decisiones, aunque sean triviales. Muchas personas, a la hora de decidir dicen: «Lo que a ti te parezca» y no solo ponen una carga en la otra persona, sino que, entregan su poder.
No deberíamos entregar nunca nuestro poder.
Podemos pedir opiniones, documentarnos o informarnos, pero al final, que la decisión sea nuestra. Da igual el resultado.
Una decisión que se toma, es una acción que se materializa, y nuestra vida se construye con acciones que surgen de las decisiones.
¿Lo dejarás en manos de otros?